Imágenes

Luís Marco Pérez- 1959

Ntra. Sra. de las Angustias

Congregación - Cofradía de Ntra. Sra. de las Angustias
Ntra. Sra. de las Angustias

La talla de Nuestra Señora de las Angustias (1959), más exactamente grupo escultórico al estar integrado por dos esculturas, fue encargado por la cofradía de su mismo nombre a Luis Marco Pérez (1896-1983), prolífico pintor y escultor conquense, que desplegó su obra en un buen número de poblaciones castellanas antes y tras la Guerra Civil española.

Marco Pérez, buen conocedor de la imaginería castellana –estudió con ahínco el patrimonio escultórico de Valladolid- y fascinado por la escultura del Renacimiento –que conoció de primera mano en un prolongado viaje a Italia- supo plasmar de forma magistral en este grupo de indescriptible belleza todo el dramatismo de la pasión de Cristo.

La Virgen de las Angustias o Virgen de la Piedad (distintas advocaciones para un mismo tema religioso) es una imagen de marcado expresionismo en la que, como es habitual en este tema iconográfico, la Madre, con expresión dolorida, sostiene el cuerpo inerte de Cristo entre sus brazos tras ser descendido de la cruz. La Virgen, esculpida como una mujer joven, no mira directamente a Cristo sino que con mirada serena acepta silente la voluntad divina

La Virgen es una talla de cuerpo entero pero con objeto de ser ataviada con vestido, manto y corona, propio de imágenes religiosas que se procesionan en Semana Santa. Y es precisamente esta indumentaria propia de las vírgenes dolorosas la que acentúa su pena y ancianidad.

Es una composición estilizada, de esquema triangular aunque sin la excesiva rigidez que han caracterizado estas obras a lo largo de la Historia. La Virgen, sentada sobre una sencilla banqueta, es una escultura de agraciadas proporciones, quizá algo pequeña en relación al Cristo muerto, con objeto de poder ser vestida con la indumentaria que le es propia. Presenta un rostro joven, de rasgos suaves y expresión de dolor contenido entre sus labios juntos, y acentuado mediante la triste mirada de sus ojos que destacan bajo largas cejas arqueadas. Viste túnica plegada por el estrecho cinturón que marca el talle; los pliegues, aunque gruesos y metálicos, están bien conseguidos y quiebran su caída sobre la peana dejando al descubierto parte de los pies.

El cuerpo de Cristo se dispone sobre las piernas de la Virgen, quien sostiene con su mano derecha la cabeza y con la izquierda una de las manos del Hijo muerto. La imagen del Cristo yacente aparece con rasgos cadavéricos, aún tratándose de un cuerpo hercúleo, y se marcan con nitidez y patetismo los rasgos anatómicos. La cabeza, primorosamente conseguida, ostenta un rostro con boca y ojos entreabiertos, que transmiten fielmente la crudeza del dolor sufrido. Uno de los brazos –el derecho- cae libre hacia la peana dejando la mano entreabierta. Mano y brazo izquierdos son sujetados por la madre. Las piernas se doblan por las rodillas en ángulo muy acusado, para descender juntas, cruzarse a la altura de los tobillos y llegar la izquierda hasta la peana.

La Madre tenía que ser joven, más joven que el Hijo, para demostrarse eternamente Virgen; mientras que el Hijo, incorporado a nuestra naturaleza humana, debía aparecer como otro hombre cualquiera en sus despojos mortales. Las palabras del inmortal Miguel Ángel allá en la Ciudad Eterna entre 1496 y 1501,… ¿no renuevan su sentido en las Angustias de Marco Pérez?