20 de Marzo de 2020
INTRODUCCIÓN
Cuando se es joven se desea ver, ver el mundo, ver todo. La escena del Viernes Santo es poderosa, incluso en su atrocidad: verla puede provocar rechazo o misericordia y, por tanto, ir al encuentro. Precisamente como hace Jesús en el Evangelio todos los días, también este día, el último. Él reza a el Padre, se encuentra a Pilato, Herodes, los sacerdotes, los guardias, su Madre, el Cireneo, las mujeres de Jerusalén, los dos ladrones, sus últimos compañeros de camino.
Cuando se es joven se tiene la oportunidad de encontrar a alguien cada día, y cada encuentro es nuevo, sorprendente. Se envejece cuando no se quiere ver a nadie, cuando el miedo que va aislando vence a la apertura confiada: miedo de cambiar, porque encontrar quiere decir cambiar, estar dispuestos a ponerse en camino con ojos nuevos.
Finalmente, ver y encontrar empuja a rezar porque la vista y el encuentro generan misericordia, también en un mundo que parece carente de piedad y en un día como este, abandonado a la ira absurda, a la cobardía y a la pereza distraída de los hombres.
A lo largo de estos días nos detendremos en cada una de las estaciones por las que pasó Jesús antes de entregarse a la humanidad.
En estos momentos de confinamiento os invitamos a seguir a Jesús con el corazón, también a través del misterioso camino de la cruz, para que renacezca el valor y la confianza y, después de haber visto y estar abiertos al encuentro, experimentaremos la gracia de rezar juntos, y nunca más solos.
I ESTACIÓN
JESÚS EN EL HUERTO DE LOS OLIVOS
L/ Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
R/ Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
"Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz,
pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya"
Lc 22, 39-46
Comentario
En el comienzo de este Viacrucis, sentimos en el hondón del alma la somnolencia inconsciente de los discípulos. En el momento cumbre de la vida del Maestro que los llamó junto al mar de Galilea, que les ha lavado los pies, les ha dejado el regalo de su Cuerpo y de su Sangre y les ha ungido como sacerdotes del Nuevo Testamento, le abandonan. En esta tarde, con infinita compasión acompañamos a Jesús hasta el Calvario y le pedimos que no permita que nada ni nadie nos distraiga de lo esencial: subir con Él hasta la cima y manifestarle nuestro amor y nuestra gratitud por su entrega por nosotros. Le pedimos también que penetren en nuestras almas sus propios sentimientos de amor al Padre y a la humanidad necesitada de redención.
Oración
Señor, me emociona tu entrega sin condiciones. En la dificultad buscas la oración, la unión intima con el Padre. Yo, que tantas veces hago mi voluntad, y me olvido de Ti, quiero pedirte la fuerza para acudir también al Padre en los momentos de alegría o tristeza, de esperanza o desaliento, para conocer su voluntad y aprender a amarla, para entregarme con presteza a lo que me pida
Señor, pequé ten piedad y misericordia de mí.
II ESTACIÓN
JESÚS, TRAICIONADO POR JUDAS, ES ARRESTADO
L/ Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
R/ Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Jesús le dijo: "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?
Lc 22, 47-48
Comentario
Pocas cosas son tan dolorosas como la traición de los amigos, de aquellos a los que uno ha favorecido y querido. ¡Cómo debió punzar el corazón de Cristo la perfidia de Judas, su cobardía y su desesperación hasta quitarse la vida! Sin duda que, ante el menor gesto de arrepentimiento, el Señor le habría perdonado, como perdonó a Pedro, que en esa misma noche lo negó tres veces, y como nos perdona a nosotros en el sacramento de la penitencia, que cada día debemos estimar más y que en esta tarde agradecemos al Señor, porque es el sacramento de la paz, del reencuentro con Dios, de la alegría y de la esperanza renacida.
Oración
Señor, cuánto debió dolerte la traición de Judas, uno de tus predilectos. Pero más te dolió su impenitencia, el desesperarse y no confiar en tu perdón. Perdóname, Señor, por tantos besos traidores. Que no responda a tu amor con traición o con indiferencia, y si tengo la desgracia de alejarme de Ti, dame la serenidad para reconocer mi error y volver a tu lado.
Señor, pequé ten piedad y misericordia de mí.
III ESTACIÓN
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE POR EL SANEDRÍN
L/ Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
R/ Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
«¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?»
«Sí lo soy».
Lc 22, 66-71
Comentario
Estamos ante la condena más cínica dictada en la historia de la humanidad. El Salvador del mundo es condenado inicuamente. El Sanedrín judío, por intereses inconfesables y bastardos, ha condenado al que es la suprema inocencia, a quien es manso y humilde de corazón, quien ha pasado por el mundo haciendo el bien, evangelizando a los pobres, curando a los enfermos, dando luz a los ciegos y vida a los muertos, revelando el rostro amoroso del Padre y predicando el amor entre sus hijos. Contemplamos a Jesús en esta tarde con piedad y compasión y le pedimos que nunca permita que condenemos injustamente a nuestros hermanos.
Oración
Señor, el Sanedrín, los “buenos”, los representantes de Dios, te condenan. Ayúdame, Señor, a ser siempre comprensivo con los demás; que nunca les juzgue y menos ano les condene. No permitas que se introduzca en mi corazón, el cáncer de la envidia. Que vea a todos con tus mismos ojos, y sepa corresponder a tantas maravillas de amor.
Señor, pequé ten piedad y misericordia de mí.
IV ESTACIÓN
JESÚS ES NEGADO POR PEDRO
L/ Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
R/ Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
«También éste estaba con él»
Pero él lo negó diciendo: «No lo conozco ».
Lc 22, 54b-62
Comentario
Jesús ha tenido con Pedro detalles incontables y le ha demostrado una verdadera predilección: se ha alojado muchas veces en su casa en Cafarnaúm y le ha hecho testigo de los acontecimientos más importantes de su vida. En las fuentes del Jordán, mediada la vida pública, le ha prometido ponerle al frente de su Iglesia como clavijero y roca fundamental del edificio de la Iglesia. Para ello, le ha cambiado el nombre, con lo que ello significaba en el cercano Oriente… Y Pedro le niega tres veces, no por maldad, pues amaba apasionadamente a su Maestro, pero sí por debilidad y cobardía. Que nunca reneguemos de Jesús, aunque nos cueste ser señalados con el dedo o perder derechos sociales, económicos o profesionales por ser cristianos.
Oración
Señor, yo también, como Pedro, te niego en tantas ocasiones... en lo importante y en lo más cotidiano. Cuando las cosas se hacen más cuesta arriba, me olvido de las promesas, de esos momentos en que te he dicho que no te abandonaría. Y porque conozco mi debilidad, te pido, Señor, ser humilde en mis palabras y en mis acciones: que me fie de Ti más que de mí.
Señor, pequé ten piedad y misericordia de mí.
V ESTACIÓN
JESÚS ES JUZGADO POR PILATOS
L/ Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
R/ Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
«¡Crucifícalo, crucifícalo!»
Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que pedían
y a Jesús se lo entregó a su arbitrio. Lc 23, 13-25
Comentario
¡Qué triste sino el de Pilato! Sabe que Jesús es inocente, pero por miedo, por pusilanimidad o por cálculos humanos poco confesables, entrega a Jesús en manos de sus enemigos y se lava frívolamente las manos. ¡Qué irresponsabilidad la de este hombre, que conoce la Verdad y no tiene arrestos para seguirla! La historia le ha estigmatizado como el prototipo del hombre acomodaticio, débil y cobarde. Que el Señor nos ayude a todos a seguir su doctrina, su voluntad y su santa ley sin vacilación, sin sucumbir a lo social o políticamente correcto.
Oración
Señor, en ocasiones vemos claro lo que tenemos que hacer, pero nos preocupan tanto los juicios humanos, que nos volvemos atrás. Que sólo nos preocupe, Señor, acomodarnos a lo que Tú quieras. Enséñanos a amar apasionadamente la verdad, venga de donde venga, porque la verdad siempre nos remite a Ti.
Señor, pequé ten piedad y misericordia de mí.
VI ESTACIÓN
JESÚS ES FLAGELADO Y CORONADO DE ESPINAS
L/ Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
R/ Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Los soldados trenzaron una corona de espinas,
se la pusieron en la cabeza
y le echaron por encima un manto color púrpura;
y acercándose a él le decían:
«¡Salve, rey de los judíos! »
Lc 22, 63-65
Comentario
En la cima de la inconsciencia, los soldados coronan a Jesús como Rey con una corona de espinas y le ultrajan con crueles latigazos. En ellos nos vemos reflejados todos nosotros, que a pesar de todas las maravillas que el Señor ha obrado en nuestra vida, llamándonos a la existencia, regalándonos la vocación cristiana, el agua del bautismo, la filiación divina, la unción de su Espíritu, el pan de la Eucaristía, nuestra pertenencia a la Iglesia y el regalo de su Madre, hemos respondido a estos dones con la indiferencia, la tibieza, la mediocridad, la infidelidad y el pecado, que nos envilece, quiebra nuestra dignidad de hijos y es siempre una ofensa a Dios y un desprecio de la sangre redentora de Cristo.
Oración
Señor, te vemos llagado y lleno de heridas. Nosotros, que tanto cuidamos nuestro cuerpo, quedamos conmovidos de tu entrega sin límites. Cada latigazo nos recuerda nuestra sensualidad, cada silencio ante las espinas, nuestros pensamientos innobles y egoístas. Enséñanos a vivir con humildad y pureza de corazón, con generosidad y desprendimiento; y a respetar nuestro cuerpo que es morada del Espíritu Santo.
Señor, pequé ten piedad y misericordia de mí.
VII ESTACIÓN
JESÚS CARGA CON LA CRUZ
L/ Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
R/ Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Terminada la burla
le quitaron la púrpura,
le pusieron su ropa y
cargando con la Cruz
lo sacaron
para crucificarlo.
Mc 5, 20
Comentario
Nuestro mundo huye de la cruz y se refugia en lo más fácil, lo más cómodo, lo que no cuesta, lo más placentero. Sin embargo, el Señor para llevar a cabo la epopeya de nuestra salvación, quiso pasar por la cruz, la sangre y el dolor, pues como no cesan de repetir los Padres de la Iglesia, “sin efusión de sangre, no hay redención”. Jesús carga libre y generosamente con la cruz. Camina dando tumbos por las calles de Jerusalén. El peso de la cruz, en la que se encierran los pecados de todos los hombres de todos los tiempos, le hace caer en tierra por tres veces. Me enseña así a cargar amorosamente con mi cruz, aceptando mis sufrimientos, mis enfermedades, mis limitaciones físicas o psicológicas, pues así estoy colaborando a la salvación del mundo.
Oración
Señor ¿y yo? ¿Tomo mi cruz, la mía, la de cada día, la que tanto me cuesta y tanto me santifica? Que no le tenga miedo a la cruz, a esa cruz del dolor, de la enfermedad, de las incomprensiones, de las derrotas. Que sepa ver en ella la voluntad de Dios; porque la cruz, llevada con gallardía es santificante, es redentora. Enséñame, Señor, a amar la cruz, a abrazarme a ella.
Señor, pequé ten piedad y misericordia de mí.
VIII ESTACIÓN
EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ
L/ Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
R/ Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Mientras lo conducían,
echaron mano de un cierto Simón de Cirene que volvía del campo
y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús.
Lc 23, 26
Comentario
Simón de Cirene tuvo el privilegio de ayudar a Jesús a llevar la cruz. Lo que en principio podía parecer una coacción fastidiosa, se convierte para él en un acontecimiento de gracia, en un encuentro inolvidable con Jesús, que cambia su vida y le da un nuevo sentido y una insospechada plenitud. En estos momentos, hay en nuestros pueblos y ciudades muchos condenados como Jesús, que caminan doblados y dolientes por el peso de su cruz. Son las víctimas del desamor, de la injusticia y de la crisis económica, hermanos nuestros que lo han perdido todo, hasta la esperanza, y que reclaman una mano amiga que les ayude a llevar su cruz. No les defraudemos.
Oración
Señor, estás fatigado y nos pides ayuda: has querido necesitar de nuestro apoyo. Enséñanos a tener la humildad de pedir ayuda cuando lo necesitemos. Enséñanos también a ser los cireneos de los demás, sin humillarlos. Haz, Señor que sepamos descubrir tu rostro amabilísimo en los que sufren, en los más necesitados, en los marginados, y que sepamos ser su apoyo y su consuelo.
Señor, pequé ten piedad y misericordia de mí.
IX ESTACIÓN
JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
L/ Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
R/ Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
llorad por vosotras y por vuestros hijos»
Lc 23, 27-31
Comentario
Un grupo de mujeres de Jerusalén, con infinita piedad, llora y se conduele al paso de Jesús. Llora por el dolor inaudito que adivinan en su rostro después de las crueles torturas que acaba de sufrir. Con arrojo y sin temor a las posibles represalias del Sanedrín o del procurador romano, lloran la injusticia que contemplan. Es seguro que todas ellas recibieron como premio una mirada de Jesús llena de gratitud y de ternura. Que tampoco nosotros nos avergoncemos de ponernos de parte y en el lugar de los que sufren injustamente y que, como el Buen Samaritano, nos apeemos de nuestra cabalgadura, para arrodillarnos a los pies de los pobres y de los que sufren y curarles y vendarles sus heridas.
Oración
Señor, enséñanos a acoger el dolor como un don que nos acerque a Ti. Porque Tú lo has asumido y le has dado un valor redentor. Que no nos rebelemos cuando las cosas no salen según nuestros deseos. Que te encontremos en las dificultades y en los dolores, propios y ajenos. Enséñanos, Señor, a tener un corazón a la medida del tuyo, que nos lleve a compadecernos de los que sufren y a tratar de consolarlos y ayudarles en sus necesidades.
Señor, pequé ten piedad y misericordia de mí.
X ESTACIÓN
JESÚS ES CRUCIFICADO
L/ Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
R/ Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Cuando llegaron al lugar llamado "La Calavera",
lo crucificaron allí, a él y a los dos malhechores
uno a la derecha y otro a la izquierda.
Lc 23, 33. 47b
Comentario
La verdadera sabiduría consiste en descubrir en esta tarde las motivaciones profundas del drama del Calvario. En su raíz está el amor de Dios, que en la plenitud de los tiempos envía a su Hijo para redimir al hombre, alejado de Dios por el pecado. En el origen del drama del Calvario está, sobre todo, la realidad estúpida y terrible del pecado, nuestros pecados, los pecados de todas las generaciones que nos han precedido y los de todas aquellas que nos sucederán. Todos ellos constituyen la historia más sórdida y negra de la humanidad. Ellos y nosotros, todos, somos los autores y cómplices de la muerte del Señor. Dios quiera que en esta Cuaresma ahondemos en nuestra conversión y sintamos un verdadero arrepentimiento y compunción del corazón.
Oración
Señor, te han taladrado las manos y los pies. Te has entregado hasta el final, con el desprendimiento más radical. Te has quedado sin nada; sólo con la cruz. Que aprenda, Señor, de la desnudez de la cruz. Que sepa prescindir de tanto superfluo como hay en mi vida: dinero, comodidad, deseo de poder, que tantas veces me lleva a la insatisfacción, a la tristeza. Que te ame, Señor, sin guardarme nada para Mí.
Señor, pequé ten piedad y misericordia de mí.
XI ESTACIÓN
JESÚS PROMETE SU REINO AL BUEN LADRÓN
L/ Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
R/ Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
A la derecha e izquierda de Jesús han crucificado a dos malhechores. Y mientras uno lo insulta, el otro reconoce sus errores y se da cuenta de la grandeza del que va a morir junto a él.
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino»
«Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso»
Lc 23, 33-34. 39-43
Comentario
El Señor nos está llamando en esta Cuaresma, y sobre todo en estos momentos tan difíciles, a la conversión, a rasgar los corazones, no las vestiduras, a cambiar la mente y las actitudes, a volver a Dios en definitiva. La conversión del Buen Ladrón perdonado por Jesús, nos sugiere que nunca es tarde para regresar a la casa del Padre. Lo importante es la sinceridad, el dolor del corazón, el arrepentimiento y el propósito de cambiar de vida. No olvidemos que Dios paga el mismo salario a los trabajadores de la hora sexta o de la hora undécima que a aquellos que han comenzado a trabajar a primera hora. No olvidemos tampoco que habrá más alegría en el Cielo por un pecador que se convierta que por los noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Oración
Señor, nos vemos pecadores, y nos avergüenza no haber estado, no estar, a la altura de las circunstancias. Que no permanezcamos indiferentes o desesperados ante nuestros errores. Enséñanos a reaccionar, a luchar para salir del pecado, y ayudar también a los demás a salir de él. Que sepamos, Señor, estar muy pegados a Ti; y que te “robemos” el cielo, como hizo el ladrón arrepentido.
Señor, pequé ten piedad y misericordia de mí.
XII ESTACIÓN
JESÚS EN LA CRUZ, SU MADRE Y EL DISCÍPULO
L/ Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
R/ Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Jesús, al ver a su madre, y cerca al discípulo que tanto quería,
dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo»
Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre! »
Jn 9, 25-27
Comentario
La Virgen María permanece en pie junto a la cruz de Jesús, con algunas mujeres y el apóstol Juan. Son el resto exiguo de los discípulos de Jesús que le siguen hasta el Calvario, mientras los demás huyen despavoridos. Los Padres orientales llaman a este grupo, “los que permanecen”, los que perseveran, los que no cejan ni dan un paso atrás, los que son fieles hasta las últimas consecuencias.
Y antes de expirar, Jesús nos entrega como Madre a la Santísima Virgen. Llenos de gratitud por este don impagable pedimos a Madre e Hijo que nos ayuden a ser siempre fieles a nuestro bautismo y a nuestra vocación cristiana.
Oración
Santa María, Madre de Jesús y Madre nuestra, tú, que estuviste asociada más Íntimamente que nadie al misterio del sufrimiento redentor de Cristo, enséñanos a permanecer unidos a Él y a Ti como hizo Juan, el discípulo amado. Ayúdanos para que cuando la cruz aparezca en nuestra vida, también nosotros nos unamos al sacrificio redentor de su Hijo.
Señor, pequé ten piedad y misericordia de mí.
XIII ESTACIÓN
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
L/ Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
R/ Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu».
Y dicho esto, expiró. Lc 23, 44-46
Comentario
Todo está cumplido. Jesús ha entregado el espíritu al Padre celestial. Pero éste no es su final, porque la última palabra de Dios en la vida de Jesús no es una palabra de muerte, sino de resurrección y de vida, la vida que Él le devolverá al tercer día, constituyéndole como rey y Señor de la historia humana y de la historia de la salvación. Por ello, en esta tarde, a los pies del Cristo que reina desde el árbol de la cruz, abramos de par en par las puertas de nuestro corazón para que reine en nosotros y sea en verdad nuestro único Señor. Ante el rey soberano que entrega libremente su vida para nuestra salvación, entreguémosle nuestra vida para que Él la llene y planifique, para que Él la recree y convierta, para que Él la posea y oriente y la haga fecunda al servicio de su Reino.
Oración
Señor, has bebido el cáliz de la pasión hasta el final. Tú dijiste que “no hay mayor amor que el de dar la vida por los amigos”. Has dado tu vida por amor. Haz que yo aprenda a entregar mi vida a Ti y a los hermanos que me necesiten.
Señor, pequé ten piedad y misericordia de mí.
XIV ESTACIÓN
JESÚS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO
L/ Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
R/ Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana
y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca.
Lc 23, 50-54
Comentario
El cuerpo del Señor es trasladado al sepulcro, que muy pronto quedará vacío porque, al tercer día, su Padre lo resucitará devolviéndole el espíritu que Él le entregara en el Calvario. En la Ascensión, Jesús retorna glorioso junto al Padre, pero no nos deja huérfanos. Está con nosotros, en su Palabra, en nuestros hermanos, con los que Él misteriosamente se identifica, en la Iglesia, la encarnación continuada y prolongación de Cristo en el tiempo, y sobre todo, en el sacramento eucarístico, donde está verdadera, real y sustancialmente presente, y donde nos espera para que le visitemos, le adoremos y acompañemos para atraernos y configurarnos con Él.
Oración
Señor, la piedra fría del sepulcro recibe tu cuerpo. Es como un eco de nuestras frialdades. ¡Tú, Señor, has muerto por nosotros, y no nos podemos quedar parados, sin hacer nada! Haznos descubrir, Señor, que hay mucho que cambiar en nuestra vida; que es hora de tomar decisiones, de empeñarnos en ser como Tú quieres, respondiendo a lo que nos pides. ¡Nunca es demasiado tarde!
Señor, pequé ten piedad y misericordia de mí.
XV ESTACIÓN
JESÚS RESUCITA
L/ Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
R/ Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Del Evangelio según San Marcos 16, 1-7
Pasado el sábado María Magdalena, María la de Santiago y Salomé, compraron perfumes para ir a embalsamar a Jesús. Muy de madrugada fueron al sepulcro. Iban comentando ¿quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero vieron que la piedra había sido ya corrida y eso que era muy grande. Al entrar vieron un joven sentado vestido con una túnica blanca. Se asustaron pero él les dijo:
No os asustéis. Buscáis a Jesús, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Mirad el lugar donde lo pusieron. Id a decir a sus discípulos: El va delante de vosotros a Galilea, allí lo veréis tal como os dijo.
Comentario
Hace tan solo unas horas la tristeza llenaba nuestra alma, todo se había convertido en oscuridad. Pero la luz brilla de nuevo, y la muerte se ha hecho vida. Cristo vive. Cristo ha resucitado.
No habíamos perdido la esperanza porque resonaban sus palabras: Yo soy la resurrección y la vida, y éstas se han convertido en una realidad. Jesús está vivo. Está vivo el Hijo del Padre. Está vivo quién cayó víctima de nuestra crueldad. Está vivo para hacer viva nuestra fe, para hacer efectivas nuestras tímidas esperanzas, está vivo para hacer realidad el más grande testimonio de amor que vieron los siglos. Está vivo para decirnos que nuestra resurrección será un hecho tan verídico como la suya propia.
Oración
Señor, tú que has llevado al mundo decadente en tu pasión, concédenos trasformar la riqueza que hemos recibido de un amor tan grande en una vida nueva. Gracias, por estar vivo, gracias porque también seremos resucitados nosotros para vivir a tu lado, y será cumplido así el mayor anhelo de nuestro corazón. Tu resurrección es la gran invitación a la alegría. El Señor resucitó ¡aleluya!
Señor, pequé ten piedad y misericordia de mí.