Escultores

Antonio Garrigós y Giner
Antonio Garrigós y Giner
1886 - 1966

Murcia ha dado al mundo de las Bellas Artes diversidad de artistas, pintores y escultores, casi en igual número. Pero entre pintura y escultura, esta última ha gozado quizá de más popularidad, ya que la imaginería religiosa ha sido muy requerida por hermandades, cofradías y particulares para ser exhibida ante un gran público en eventos religiosos.

A comienzos del siglo XX, Murcia vivió un periodo especialmente fecundo en el desarrollo de sus artistas. El mundo cultural murciano vio nacer a diversos artistas muy interesados en las nuevas corrientes artísticas, pero también atentos a no desvirtuar las tradiciones locales y permanecer en ellas en la medida de lo posible.

Antonio Garrigós Giner fue uno de los escultores murcianos interesados en cultivar un arte que no olvidara las tradiciones locales, plasmando en figuras y terracotas una mezcla de innovación y costumbrismo que gustó tanto dentro del país como fuera.

El escultor y diseñador Antonio Garrigós nació en Santomera un 16 de noviembre de 1886, y aunque ya desde pequeño demostró gran afición por el modelado, sus estudios se orientaron hacia algo más práctico como el comercio.

Pronto abrió un taller de artesanía en el que 16 obreros trabajaban tallando y preparando objetos, envases y estuches decorativos. El taller estuvo primero situado en Espinardo y más tarde, tras años de prosperidad, en los Pasos de Santiago, en Murcia.

El Café Oriental
Garrigós frecuentó el conocido como Grupo del Café Oriental, un café céntrico de Murcia en el que se daban cita en animadas tertulias distintos artistas como Clemente Cantos, Victorio Nicolás, Pedro Flores, Luis Garay y Joaquín.

Entre el grupo Garrigós era conocido como el Miceno, una adaptación de la palabra Micenas, ya que Garrigós, debido a la prosperidad de su negocio, solía contribuir generosamente a algunos de los proyectos artísticos del grupo.

Taller Bellos Oficios de Levante
Cuando aún regentaba su negocio de estuches y envases, aproximadamente en 1923, realizó sus primeras terracotas, tras el evidente apoyo de otro gran escultor, Clemente Cantos. Pronto, estos dos significados artistas murcianos abrirían en la Calle Corvera el taller Bellos Oficios de Levante.

Trabajarían Cantos y Garrigós juntos hasta 1929, y hasta aquel momento fueron varias sus producciones, tanto individuales como en estrecha colaboración, ya que en algunas piezas Garrigós aportaba la policromía.

Durante sus años de escultor también llegó a ser concejal de Parques y Jardines, apostando vivamente por los diseños decimonónicos agrestes y pletóricos de vegetación en contra de los diseños geométricos.

Tras más de cincuenta años de profesión moriría en Madrid a los ochenta años de edad.

Obra
Antonio Garrigós se consideraba un apasionado del paisaje que lo rodeaba, no en vano eran frecuente sus excursiones a la Fuensanta, y su obra, sobre todo en su temática no religiosa, estaba impregnada de detalles costumbristas o incluso folclóricos, como sus terracotas con modelados de gitanas o huertanos.

Primeras exposiciones
En sus primeras exposiciones, algunas ya en 1923, o en la de Alicante de 1924, este costumbrismo se ve reflejado en obras de temática naturalista, en modelados casi ingenuos, sencillos en sus líneas pero rotundos en sus formas.

En una exposición de 1927 el autor planteó con sus obras todos sus intereses e inquietudes culturales, que iban más allá de lo plástico, con obras como AurorosVirgen de la FuensantaMilagrosaÁngel de la GuardaFiguras de BelénGitanas y su famosa Dama de Jueves Santo, una figura femenina en escorzo que deja ver el misal y rosario que porta en las manos.

Cristo de la Humillación
De este año sería también una de sus obras más discutidas, un Cristo de la Humillación hecho mano a mano con Cantos y que, pese a su calidad, no sería comprendido por el público tras salir mal iluminado la noche de Lunes Santo en procesión. Curiosamente tras ser abandonada la pieza en un almacén sería comprada por una Hermandad de Tarragona.

En 1933 Garrigós expondría en Cartagena, ciudad para la que prepararía un Vía Crucis nunca realizado a causa del conflicto civil.

Acabada la guerra, el escultor seguiría elaborando obras, tan intensas como su San Antonio y Niño de 1940 o una Virgen del Rosario. Para Cieza tallaría un Cristo crucificado, y hasta la década de los cincuenta varias figuras para belén que aportarían una nueva visión de esta tradición tan anclada en Murcia.

Estilos
Hasta el final de su vida artística Garrigós combinaría en su arte varias tendencias. El Vía Crucis adquirido por el MUBAM muestra claras reminiscencias románicas, mientras que otros relieves, como los dedicados a temas mitológicos, tienen un estilo algo italianizante.

De líneas más suaves y clásicas son su San Antonio de Padua y su Virgen del Rosario mientras que el Cristo de la Humillación constituye un hito en el tratamiento de las figuras pasionarias, alejado de las líneas barrocas tan acostumbradas en la imaginería murciana.

Temáticas
Antonio Garrigós era un defensor de la temática costumbrista murciana, de aquí que junto a la escultura y su diseño de jardines públicos se decidiera a recuperar a las cuadrillas de Auroros, convirtiéndose en el "director espiritual" de los Auroros de Monteagudo.

Además de la escultura, Antonio Garrigós supo desarrollar durante sus vidas otros intereses culturales, desarrollados estos con las tradiciones más profundas del folclore murciano.

Como ya hemos señalado, el escultor murciano hizo esfuerzos para que no cayeran en el olvido las cuadrillas de auroros, llegando a ser considerado como el director espiritual de los Auroros de Monteagudo.

Tal fue el interés de Garrigós que en abril de 1943, aprovechando su amistad con Ibáñez Martín, a la sazón Ministro de Educación Nacional, consiguió que los Auroros fueran considerados Bien de Interés Histórico Artístico.

No es de extrañar que un canto auroro rece:

"... Saludar de corazón
Y en la tierra yo venero
Don Antonio Garrigós
Que me escucha allá en el cielo
..."

Más tarde, en 1958, el escultor, tras una visita a Albacete, se interesó por respaldar la recuperación de otra tradición murciana: la Fiesta de los Mayos.

No es de extrañar que Eduardo Mallea dijera de él, glosando su curiosidad y amor por las tradiciones locales: "Con los oídos vueltos al cántico interior de la tierra, el canto interior de los hombres".